Conoce 5 curiosidades de los Huevos de Fabergé

Los Huevos de Fabergé han terminado siendo algo más que un símbolo de lujo. Ahora son unos objetos fascinantes y misteriosos. El caso es que Peter Carl Fabergé llegó a crear 50 huevos de gran creatividad entre 1885 y 1916 para la familia imperial de Rusia. Pese a que Fabergé sigue sigue en activo como marca, el número de huevos que salieron han hecho que sean famosos en todo el mundo. Vamos a contarte más curiosidades sobre esto.

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Comenzaron siendo unos regalos de Pascua: todo empezó con la historia de amor entre el zar Alejandro III y María Fiódorovna de Dinamarca. El caso es que María estaba muy triste y echaba de menos a su familia. Para paliar esto, el zar regaló un huevo repleto de joyas como regalo de Pascua. A María le encantó y ha pasado a la historia como una tradición.

No están todos los huevos Fabergé: al caer la familia Románov en la Revolución Rusa, algunos de los huevo fueron saqueados, desperdigándose por el mundo.

La reina de Inglaterra tiene tres huevos: son artículos de coleccionistas y el rey británico Jorge V y la reina Mary eran grandes admiradores de estos huevos, por lo que compraron tres, el Huevo-reloj de la columnata, el Huevo del cesto de flores y el Huevo del mosaico. Estos huevos son ahora a la reina Isabel II.

Casi se llega a fundir uno de ellos: uno de los huevos, estuvo perdido muchos años, viéndose la última vez en público en 1902. El caso es que lo compró por 8000€ un chatarrero de lo más humilde. Sin saber qué era un huevo especial, simplemente pensó en fundir el huevo por el oro que tenía, hasta que pudo ver un artículo en la red que decía que valía 20 millones de euros. Ahora es de un coleccionista privado.

Los inicios humildes de la Casa Fabergé: no siempre fueron joyeros oficiales de la Corte Imperial rusa. Carl no era ni si quiera ruso. Su padre se formó como orfebre en San Petersburgo antes de abrir su joyería en un sótano. La tradición familiar siguió y el zar quedó cautivado por su obra, mandando que fueran expuestos en el Museo del Hermitage. En 1885 le hizo el primer huevo imperial de encargo y ahí nació la leyenda.

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