Día de los muertos: Ecuador evoca al amor eterno en los cementerios

Artistas italianos, franceses y ecuatorianos han plasmado el amor eterno en decenas de esculturas que se yerguen en el cementerio patrimonial de Guayaquil, una “puerta a la eternidad” que rescata el patrimonio material e inmaterial en Ecuador.

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Imagen cortesíaEcuador

Declarado en 2003 como Patrimonio Cultural e Histórico del país, el cementerio de Guayaquil (suroeste) parece un inmenso museo al aire libre en el que imponentes esculturas en mármol extraído de las canteras de los Alpes Apuanos en Carrara (Italia) evocan el amor y la creencia del ingreso a una nueva vida.

El cementerio amurallado de Guayaquil, que se prepara para recibir mañana a miles de visitantes por la conmemoración del Día de los Difuntos, alberga estatuas, bustos, mausoleos y bajorrelieves que mantienen viva la memoria de quienes han sido enterrados en el sitio, creado oficialmente en 1823, al pie del cerro Santa Ana.

Situado en el centro de la ciudad, la puerta principal del camposanto deja ver un largo corredor con grandes palmeras, que escoltan a quienes acuden a visitar a sus seres queridos y a los turistas, que son guiados por distintas rutas, según su interés.

Está la ruta de los presidentes de Ecuador, donde hay 14 tumbas; la de los escritores y artistas; la de las bellas artes y una más relacionada con los héroes de la independencia.

A los recorridos pedagógicos, académicos y culturales, se suman los turísticos en los que se pone de relieve el cariño, revelado en la ruta del amor eterno, con grandes esculturas transportadas desde Italia en barcos y otras elaboradas en Ecuador con mármol, traído mayoritariamente de Europa.

Las monumentales figuras son para la gestora cultural Lender Torres una “muestra de cuánto amó el familiar a quien está enterrado en el lugar” donde han querido colocar este “regalo” para compartirlo con otras personas.

Y ahí aparece un inmenso ángel con las alas desplegadas que besa la mejilla de una joven, que yace en sus brazos con un largo vestido con pliegues elaborado completamente en mármol, pero que por su delicado trabajo aparenta una tela transparente, que moldea el cuerpo de la mujer.

En la obra, nacida de la mano del italiano Enrico Pacciani (1886-1958), se aprecian los detalles característicos de su arte: perfectos cabellos en aparente movimiento con el viento, perfiladas plumas de las alas del ángel, rosas y rostros delicados, todo concebido con tal armonía que da la impresión de que los personajes emprenden vuelo en medio de una delicada danza.

“Vivió adorada, murió soñando”, reza el epitafio de la tumba de Celeste Castillo, que está junto a otra muy modesta de su padre, quien trajo en 1925 expresamente a Pacciani para crear la obra en Ecuador, según Torres.

Y su arte se regó por todo el cementerio, donde ahora también yace Pacciani, y donde cada recorrido recuerda también el patrimonio literario y sonoro de Ecuador.

Ello porque frente a la tumba de distintos poetas, Torres le da voz a sus versos, que también se han convertido en populares canciones, que entona un tenor en cada recorrido.

La mayor parte de las esculturas del inmenso cementerio han soportado del clima tropical de la ciudad, pero otras presentan daños producto de piedras lanzadas por quienes intentaban bajar mangos de grandes árboles que decoran el camposanto, que antaño era parada obligada de paseos familiares.

Torres, guía patrimonial del cementerio, contempla la tumba de un niño con la escultura de una madre amorosa dedicada al cuidado de sus hijos e interpreta que “el dolor ha sido vencido por el amor”.

“La muerte es un tema que nadie quiere tocar, pero al cual todos vamos a tener que pasar”, indica a Efe en el cementerio al recordar cuando una muchacha que tenía “pánico a la muerte” participó en un recorrido.

Al terminar la ruta, la chica perdió completamente el miedo a la muerte porque entendió que “es la certeza de la vida y que a la muerte hay que verla como una amiga que llegará un momento”, dice en uno de los pasillos del cementerio, que visitan unas 600.000 personas cada año, la mayor parte en el Día de los Difuntos.

Fuente: EFE