¡Cuidado! no toques al “Árbol de la muerte”

Seguramente has oído hablar del “árbol de la vida”, del “árbol de la ciencia”, del “árbol del bien y el mal”, figuras arquetípicas en casi todas las culturas, las más conocidas son la judeo-cristiana y la Maya.

¿Quizás te preguntes dónde están estos árboles?, ¿dónde queda el jardín de Edén o el peligroso manzano que describe el Popol Vuh, fundamental en la mitología maya? En realidad, estos árboles no son los que tienen que preocuparte, porque el verdadero “árbol de la muerte” está más cerca de lo que pensamos. Sí, como lo lees, el verdadero “árbol de la muerte” no está en los mitos ni en los libros, sino en el jardín de tu casa, o en tu calle, o en el parque que juegan tus hijos.

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Este “misterioso” árbol ha sido testigo de innumerables muertes, desde gente que probó sus frutos y no vivió para contarlo hasta personas que eran torturadas con la savia de su tronco, incluso se le acusa de matar al primer gobernante de Puerto Rico, Juan Ponce de León, aunque no se haya comprobado, hay que temerle. Bien, éste no es otro que el Hippomane mancinella, la especie de árbol más venenosa del mundo, incluso su nombre figura en el libro Guinness de los Récords.

Sus pequeñas manzanas tienen un sabor dulce y un aroma que atrapa a cualquiera, pero aún esos frutos son venenosos. Su nombre proviene de las palabras griegas hippo que significa caballo, y mane se deriva de manía o locura, o al menos eso informa el Instituto de Ciencias de Alimentos y Agricultura de Florida.

Este árbol crece desde las costas de Florida hasta Colombia y en algunas zonas donde crece se ponen letreros de alerta para que nadie se acerque. En estos lugares se le conoce comúnmente cómo “Manzanilla de la muerte, de arena o de playa”, aunque el más acertado seria “árbol de la muerte”. Si en algún momento decides cubrirte de la lluvia debajo de sus ramas, es un error fatal, ya que su savia te causará gran ardor.

Esto se sabía desde la antigüedad y, por esta razón, se amarraban a las personas a él, así cuando llovía sufrían muerte lenta y dolorosa, era una conocida forma de tortura. De cualquier manera, el peligro real proviene de sus frutos; una sola de sus manzanas puede matar a veinte personas.

El libro Los bucaneros de América de John Esquemeling, publicado en Ámsterdam en 1618, relata la experiencia del autor al momento de conocer a este curioso árbol. Esquemeling, ignorante de su peligrosidad, tomó una rama de éste para alejar a los mosquitos, lo que le causó ceguera durante 3 días y ampollas en sus manos y cara.

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Sin embargo, la experiencia de comer estos frutos la puede relatar Nicola Strickland, una radióloga británica que estaba de vacaciones en Tobago junto con una amiga. El relato comienza cuando tomó una pequeña manzana de suelo que parecía haber caído de un árbol cercano, al probarla percibió el sabor dulce y decidió compartirla con su amiga.

Momentos después de probarla, comenzaron a sentir ardor en su boca y garganta pero no era ni un poco de lo que sentirían horas después, cuando la sensación era insoportable que solo pudieron disminuir a base de leche y piñas coladas. Después de pasar por esta experiencia, decidió escribirla para los futuros científicos que se enfrentan a estos síntomas.

Pero a pesar de su toxicidad, tiene varios usos. Para comenzar, se fabricaban muebles con su madera desde la época colonial, lo único que se debía hacer era secar la savia al sol. Su savia ha sido usada para curar enfermedades venéreas e hidropesía y sus frutos secos son diuréticos.

También es excelente para cazar, ya que su savia mata a los animales. El problema es que este árbol, a pesar de ser peligroso, está en peligro de extinción y pronto quizá ya no podamos conocerlo más que en fotografías. No obstante, no está de más de lo reconozcas y, sobre todo, te mantengas lo suficientemente alejado de él, no en vano se dice que hay “tentaciones que matan”.

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