Los yihadistas siguen sembrando el terror en Raqa

Los puestos de seguridad florecen en cada esquina, los atentados son casi diarios. El grupo yihadista Estado Islámico (EI) fue expulsado de Raqa pero sigue aterrorizando a los habitantes de esta ciudad del norte de Siria.

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Imagen referencial

“Todos los días nos despierta el ruido de una explosión. Tenemos miedo de enviar a nuestros hijos a la escuela”, dice Khaled Al Darwish, un vecino de unos 40 años de este antiguo bastión yihadista. “No hay seguridad”, asevera.

Las patrullas y los vehículos blindados circulan sin embargo por toda la ciudad, conquistada en octubre de 2017 por combatientes kurdos y árabes de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), con el apoyo de la coalición internacional liderada por Estados Unidos.

Tras la toma de Raqa, las FDS entregaron la ciudad a un consejo civil local, que creó sus fuerzas de seguridad interior para mantener el orden. Pero con el recrudecimiento de los ataques del EI, las FDS se vieron obligadas a respaldarlas.

En las intersecciones, los combatientes de las FDS dirigen el tráfico. En la entrada de la ciudad, otros verifican los documentos de identidad de conductores y motoristas, e inspeccionan los cargamentos de las camionetas.

Como medida de seguridad, las mujeres que lleven niqab no están autorizadas a acceder a los edificios públicos si no muestran su rostro en la entrada.

“Si no tuviéramos miedo del regreso del EI, no habría esta presencia armada importante”, se lamenta Darwish, padre de dos niños, desde el cruce Al Naim (paraíso, en árabe).

Es aquí donde el EI llevaba a cabo sus decapitaciones y otras atrocidades cuando la ciudad estaba en sus manos. La plaza fue rebautizada el “cruce del infierno”.

– “Al límite” –

Pero todavía falta mucho para que se acabe el infierno en Raqa. Además de las destrucciones colosales que dejaron los yihadistas y la ausencia de servicios de base, las bombas explotan casi a diario contra puestos de control y vehículos militares, causando a veces víctimas, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH).

Tras varios golpes asestados por el régimen de Bashar Al Asad o las FDS, el grupo ultrarradical solo controla algunos reductos, sobre todo en la provincia oriental de Deir Ezzor.

“Estamos al límite. Cada día nos preguntamos si vamos a morir en la explosión de una bomba o volveremos sanos y salvos a casa”, asegura Abu Yunes, en su supermercado.

“No hay seguridad, (las fuerzas de seguridad) en los puestos de control no son competentes”, dice este hombre, que ronda los 30 años. “Hay fallos que hacen que el EI pueda infiltrarse fácilmente en la ciudad y perpetrar ataques”.

Pese a este clima inseguro, las tiendas han vuelto a abrir y el tráfico ha retomado los grandes ejes de la ciudad, bordeados de edificios en ruinas por los bombardeos de la coalición.

En un parque público, unos niños corren para subirse a un tobogán, bajo la mirada atenta de sus madres.

– “Pesadilla” –

Ahmed Al Mohamed también está preocupado. “Tenemos miedo por culpa de la presencia de miembros del EI”, dice este hombre de 28 años, que reclama más medidas de seguridad.

Por su parte Ahmed Khalaf, un comandante de las fuerzas de seguridad interior, defiende el trabajo de sus efectivos aunque admite la existencia de “células durmientes” del EI, que intentan desmantelar.

“Recientemente, cuatro (yihadistas) fueron detenidos y dos abatidos. Eran miembros de una célula implicada en los atentados que aterrorizan la ciudad”, afirma Khalaz.

“El EI no quiere que los habitantes vivan seguros”, añade.

Seguridad y estabilidad es precisamente lo que reclama Najla Al Ahmed para sus hijos.

“La pesadilla del EI nos persigue. Cada vez que intentamos descansar, las explosiones vuelven”, se lamenta esta madre de 36 años mientras va a comprar con sus dos hijos.

“La guerra nos ha destruido. Ha destrozado el futuro de nuestros hijo”.

Fuente: AFP