Orangys Jiménez: cumpliendo sueños

Orangys Jiménez debía ser una criatura de las aguas. Su madre quería que practicara natación, y así la invitaba ese mar ante el que creció, en Cumaná. Pero lo de ella era que sus pasos volaran sobre la tierra, y optó por el atletismo, que comenzó a practicar a los 11 años.

Todo comenzó en un campito de tierra, porque en el estadio de su ciudad no hay pista sintética. Aun en esas condiciones, Orangys se hizo notar, hasta el punto de incorporarse a la selección nacional, con la que llegó a disputar el año pasado el último mundial menor de la historia, el de Nairobi, Kenia.

“Esa fue una gran experiencia, porque yo siempre había soñado con ir a un Mundial. Imagino que será parecida a la que viviré en Buenos Aires”, apunta la atleta de Sucre, un estado que suele aportar poco a los combinados nacionales de atletismo, y cuyo único referente actual es una maratonista, Zuleima Amaya.

Orangys está en las antípodas: velocidad pura. A los Juegos Olímpicos de la Juventud llegó en 100 m planos y a Nairobi en 200 m. “En los dos casos fue muy difícil clasificar, un camino muy complicado”, recuerda la corredora de 16 años.

En el Mundial de Kenia, la oriental estuvo apenas a seis centésimas de lograr un puesto en la final de los 200 m. En la primera ronda, logró un récord personal de 24.74 que la ubicó cuarta en su serie y décima en la general. En la semifinal volvió a mejorar su registro de por vida, con un 24.59 que no fue suficiente para meterse entre las ocho mejores.

Un año después, ya concentrada en Caracas, Orangys se convertiría en dueña absoluta de la velocidad en categoría menor. El 19 de mayo se apoderó del récord nacional de 100 m, con un 11.72 cronometrado en Bogotá que derribaba el 11.74 de Wilmary Álvarez vigente desde hacía casi 18 años. Apenas transcurrieron 10 días y en Barquisimeto, volvía a borrar un hito de Álvarez, el de los 200 m, que de 23.83 pasó a 23.40, luego de más de 16 años de vigencia.

La suerte olímpica de Orangys terminó de sellarse en el Suramericano de Cuenca, Ecuador, el pasado 3 de julio, cuando se apuntó la medalla de bronce en los 100 m y marcó un 12.06 que apuntalaba sus opciones de cara a Buenos Aires. Ahora que sabe que puede incluso con los imposibles, como convertirse en una gran velocista corriendo en un campo de tierra, Orangys se atreve a seguir soñando, ¿por qué no?, con una medalla en los Juegos Olímpicos de la Juventud.