El fogonazo se produce cuando el campo eléctrico creado por una tormenta intensa ioniza el aire y hace que en su seno se forme un plasma de partículas cargadas que se mueven conjuntamente.
Ese plasma adquiere un resplandor blanco azulado, que a veces tiene la apariencia de un haz de fuego e incluso puede formar largos e impresionantes chorros.
No es de extrañar que, antes de que Benjamin Franklin le diera explicación científica en 1749, este meteoro ígneo sobrecogiera a los marineros, pues formaba llamaradas en el extremo de los mástiles y altera la brújula.
Y aún conociendo su naturaleza, este fenómeno siguió acongojando a los pasajeros -y la tripulación- de los antiguos dirigibles que se cargaban con hidrógeno, un gas muy inflamable.
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Su miedo estaba justificado: por ejemplo, el fuego de San Telmo hizo que el zepelín Hindenburg ardiera en pleno vuelo, en 1937.
Fuente: muyinteresante