Del Magdaleno artesanal sólo queda el recuerdo

Magdaleno siempre se ha caracterizado por ser un pueblo pintoresco, lleno de fachadas de colores que dan la bienvenida a propios y visitantes después de cruzar un arco blanco, cuya pintura, ahora pelada, deja al descubierto los embates del tiempo y el olvido de las autoridades.

Actualmente el panorama es distinto: los muebles que abarrotaban las calles impidiendo el paso, incluso, de los carros, cuyos conductores debían hacer maromas para transitar en el espacio estrecho, han desaparecido y en su lugar sólo queda el vestigio de madera recién lijada, de thinner que en algún momento manchó el asfalto y, sobre todo, de artesanos que nacieron viendo a sus familias dibujando sobre ese duro material y ahora se encuentran desubicados, porque el oficio que aprendieron con amor ya no les da para comer.

Son pocos los carpinteros que siguen trabajando

Andrés Villegas es uno de esos vendedores que aún persisten, aunque no sabe hasta cuándo podrá hacerlo. El aumento semanal de la madera no le deja espacio para ver el dinero de su esfuerzo, pues la poca ganancia que percibe la devora la hiperinflación. Este vendedor recuerda con nostalgia los fines de semana donde los pedidos abundaban y la afluencia de personas era tanta que los carpinteros debían hacer magia para atenderles.

En este sentido, indicó que un metro de madera cuesta 700 millones de bolívares, un litro de pega 4 millones y un kilogramo de clavos hasta 6 millones de bolívares. Además, no pueden ofrecerle seguridad de precios a los clientes, pues es sólo cuestión de horas para que la mercancía aumente su costo, por lo que una vuelta le podría salir cara a los clientes.

“Estamos recibiendo malas respuestas de los compradores, pero ellos no entienden que estamos en una encrucijada, por ejemplo, viene alguien ahorita y pregunta un precio, luego va a averiguar otras cosas y cuando regresa el mueble ha aumentado. La gente nos pregunta qué pasó, pero no tenemos respuestas, sino que lamentablemente así están funcionando las cosas”, señaló, al mismo tiempo que le hizo un llamado al gobernador para que se aboque a resolver las problemáticas que giran en torno al mundo de la madera.

Los artesanos preparan mercancía “por si acaso”

Al transitar por el pueblo el escenario da la sensación de estar en una película del viejo oeste, esas donde la soledad es la protagonista y el sol es implacable. Los visitantes se dieron por vencidos y ya no se toman la molestia de preguntar, pues ni el precio más bajo puede ser cubierto para la mayoría de las personas que ahora se dedican a trabajar para comprar comida y nada más.

Y no es para menos; los precios son exorbitantes. Un juego de comedor de seis puestos cuesta 450 millones de bolívares, mientras que el recibo “patas de garras” se eleva hasta en 700 millones. Por su parte, la materia prima representa otro problema; el pino y el samán deben ser traídos desde el estado Barinas, cuyo traslado implica una inversión millonaria, literalmente.

Los comerciantes viven en un letargo que no parece tener fin, y de sus dinámicas rutinas sólo queda el recuerdo. Ahora se dedican a sentarse en los muebles que están en exhibición para conversar sobre las posibles soluciones a esta difícil situación económica y, antes que el tema los inunde de una absoluta tristeza, se ponen a lijar y pintar mercancía que, por ahora, no será comprada sino guardada en los pocos depósitos que quedan.

Los carpinteros trabajan como pueden

El ruido ensordecedor de las máquinas que cortan la madera se une con el delicado oficio de los pocos ebanistas que aún permanecen en el pueblo. Kellys Tovar es uno de ellos y lleva cinco años dedicándose a dibujar figuras en la gruesa y rústica madera, cuya labor puede considerarse artística, si se quiere. Después de haber entrado a la Armada Nacional, tuvo que dedicarse al mundo de la carpintería; no obstante, el amor al arte no le alcanza para comer.
“La artesanía aquí en Magdaleno se redujo muchísimo, bueno, ya puedes ver que aquí casi no hay locales abiertos; del 100% aproximadamente el 90% ha cerrado. Ya es raro cuando los clientes vienen a comprar, pues la mayor parte del tiempo sólo preguntan porqué no les alcanza el dinero”, lamentó Tovar, mientras que recalcó que la mayoría de los artesanos ha emigrado a otros países, uniéndose al fenómeno de la diáspora que es tan popular en el país actualmente.

En los ojos de este artesano la desilusión se nota a leguas, pues la imposibilidad de comprar cosas o tan solo soñar con grandes adquisiciones le nubla la vista y lo empuja hacia el deseo de muchos: emigrar para tener una mejor calidad de vida. En uno de sus comentarios, Tovar despejó una incógnita importante: ¿puede un artesano de Magdaleno vivir de este oficio en el extranjero? La respuesta es sí. Muchos de ellos comercializan adornos, mesas de planchar, percheros y recipientes para la cocina en el exterior para garantizar el sustento propio y de sus familiares aún residentes en Venezuela.

La mercancía debe ser guardada por falta de compradores

No obstante, quienes no pueden costear su salida del país deben sobrevivir -o tratar de hacerlo- con su trabajo de carpinteros. La hora de entrada es la salida del sol, y la de salida es incierta; los artesanos en Magdaleno trabajan hasta que el cuerpo aguante, por esta razón lamentan con profundo pesar que el dinero no concuerde con el esfuerzo que implica sus labores.

El oficio de Omar Bolívar es minucioso, pues se encarga de realizar adornos pequeños en material MDF; sin embargo, su trabajo se ha visto reducido debido al alto costo de una lámina de éstas, cuyo monto no baja de los 18 millones de bolívares. De los pedidos grandes sólo queda el recuerdo, ya que este artesano tiene meses sin vender un producto de alto valor.

“Casi todos los locales aquí han cerrado, sobre todo los que trabajan con MDF, porque está demasiado caro. Los que quedamos estamos trabajando a media máquina, porque de paso, ni siquiera conseguimos material. Algunos podemos comprarlos aquí en el pueblo, pero la mayoría debemos buscarlos en otros estados y el presupuesto no nos da para eso”, enfatizó el carpintero.

Andrés Villegas, carpintero

Los artesanos comentaron que anteriormente para alquilar un local en un buen punto del pueblo debían contar con Dios y su ayuda, pues la demanda era tan grande que no se daban abasto. Hoy en día, el 75% de las santamarías cerradas dejan al descubierto que Magdaleno no escapa de las penurias propias de la actual situación país.

Asimismo recuerdan los tiempos donde vendían juegos de cuarto y recibo por montón, mientras que ahora sólo hacen una venta cada dos semanas. El panorama para quienes quieran amoblar sus hogares es desolador, pues los altos precios sólo podrán costearlos si tienen una cuenta bancaria con muchos ceros.

Sin embargo, no todo puede ser malo. Pedro Rodríguez, sargento encargado del apoyo al alto perfil de trabajo comunitario, explicó que algunas carpinterías cuentan con un proceso de financiamiento con precios justos, los cuales consisten en planes de pagos a comodidad del cliente.

Betzabeth Isseles, vendedora de muebles

“En mi caso, yo doy tres meses para que el cliente pague el total de la mercancía, y durante este tiempo el costo no varía. Además, puede pagar con sus condiciones y no con las mías. Si durante este tiempo el monto no es cancelado, podemos dialogar y ver si el comprador necesita de un tiempo mayor. Todo va a depender de la persona y su posibilidad”, recalcó el funcionario.

Aún así, esta modalidad no es aplicada en la mayoría de los comercios, pues congelar un precio por tanto tiempo puede acarrear pérdidas importantes para los carpinteros. En el caso de la mueblería donde trabaja Betzabeth Isseles el contexto es distinto, pues no pueden adoptar planes de pago como el explicado por Rodríguez.

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Las ventas están muy malas, según comentó. La baja de clientes en los últimos meses ha sido abrumadora, cuando antes los fines de semana estaban abarrotados de compradores. “Generalmente vendemos cada dos semanas, pero hemos durado hasta tres meses sin tener ni una venta. Imagínate lo que significa eso”, señaló con preocupación.

Los carpinteros de Magdaleno han experimentado un cambio brusco en sus oficios, y la realidad les recuerda que lamentablemente los muebles son inalcanzables para la mayoría de la población. Sólo queda la certeza de que en muchos hogares aragüeños existe al menos un producto de madera proveniente de este pueblo, mientras un atisbo de esperanza los sigue motivando a trabajar día a día “por si acaso” cae una compra sorpresa.

MELANIE PAYARES (pasante) | elsiglo
fotos | JOSÉ RAMÓN GONZÁLEZ