Rellenar los sándwiches, arepitas o simplemente acompañar la comida con embutidos ha quedado en el olvido para los victorianos, esto a raíz de los altos costos que mantienen estos productos, que los alejan cada vez más de la mesa de las familias.
En un recorrido realizado por charcuterías y locales dedicados al expendio de estos alimentos en el centro de la ciudad, se pudo constatar que los precios han dejado boquiabiertos a más de uno, pues en ocasiones los productos mantienen un costo que sobrepasa el sueldo que pueda sacar un trabajador en quince días de labor.

“En la actualidad la masa no está para bollos. Lo poco que cobramos en mi familia lo destinamos a comprar alimentos netamente necesarios. Ya lo que es jamón, queso amarillo, tocineta, salchicha y hasta la mortadela quedó en el olvido, porque la base no nos da para adquirirlos. Lo único que compro una vez al mes, es un pedacito de queso duro, porque se puede economizar y sin embargo es un gasto bastante grande”, expresó Rosmery Villarroel.
Carmen González agregó, “me quedo impresionada con lo que tiene uno que pagar para comprar los embutidos. Es que ni la mortadela que era la comida del pobre antes, se puede comprar, porque tiene un precio exorbitante. Es triste ver cómo los hábitos van cambiando, que ya hasta comerse un pan con jamón, quesito y ensalada es un lujo”.

Asimismo, María Then comentó, “en mi caso yo trato de comprar un poquito de jamón una vez al mes, para darme un gustico en la preparación de cualquier plato. Porque ya comprarlo semanal para comerlo solo, como se hacía antes es una grosería, a menos que tengas un súper empleo de más de cinco salarios. De lo contrario sólo lo que alcance es lo que se lleva a la casa”.
COMERCIANTES HABLARON
Ahora bien, con respecto a estos precios los charcuteros manifestaron que semanalmente ellos se quedan sorprendidos por la lista de precios que le presentan los distribuidores, lo que ha traído como consecuencia la reducción en los pedidos y hasta sacar de la lista artículos, porque simplemente no cuentan con el dinero para la inversión.

“Los costos se elevan semanalmente y nosotros debemos hacer los debidos ajustes, lo que hace que tengamos pérdidas hasta de 70% en las ventas, pues las personas prefieren comprar otros alimentos que les rindan más que estos, considerados comida de ricos”, dijo Rafael Ortega, encargado de una charcutería.
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Vale destacar, que lo menos que pueden adquirir los consumidores en estos sitios es un cuarto de kilo, debido a que si no, no obtendrían ganancias, para comprar nuevamente mercancía. “Tenemos que tomar esa medida, porque si de por sí ya vendemos a precio de proveedor. Vender en poca cantidad no nos es rentable”, dijo Ortega.
DANIEL MELLADO | elsiglo
fotos | ROYNER APONTE