Detrás de cada éxito hay una historia de trabajo y sacrificio. El caso del grandeliga Eduardo Escobar no es distinto. Hoy está consolidado dentro de la organización de los Mellizos de Minnesota, a las puertas de firmar un contrato multianual que le garantice la estabilidad a su familia, pero que debió sortear obstáculos durante su niñez en el barrio La Pica del municipio Libertador del estado Aragua.
Momentos difíciles, de hambre, de no tener prácticamente nada, le han hecho valorar los bienes materiales que posee, pero lo más importante es que brinda una mano amiga a los habitantes de su pueblo natal, en especial a lo niños que hoy atraviesan por situaciones similares a las que le tocó vivir.
«Toda mi vida me crié en La Pica hasta que firmé al béisbol profesional y sigo siendo el mismo Eduardo Escobar. Mis amigos con los que me la paso son los mismos de mi infancia: Orlando Carnelo, Carlos Castillo, Jhonny Brizuela, Rodolfo Castillo. Eso fue lo mejor que me pudo pasar, criarme con esos muchachos, son los que me vieron pasar trabajo cuando era un niño que tenía que trabajar en un supermercado o cortar monte para ayudar a mi mamá a comprar comida», recordó Escobar.
«Creo que por el hecho de que nunca tuve nada yo soy así. Cuando veo a los niños que no tienen nada me recuerda a cuando yo era pequeño, cuando le pedía a mi mamá de ‘Niño Jesús’ un carro Nikko de control remoto y me traía eran unos chinos de plástico.
Sé de dónde vengo y cuando paso por momentos difíciles mi mamá me dice: ‘¿te acuerdas cuando te acostabas a dormir comiendo arroz con sal o sin comer, o con plátano sancochado en el estómago?’. Eso siempre lo tengo muy presente, por eso soy así con mis amigos, ellos vendían sus bicicletas y me daban para comprarme un guante, unos tacos, para el pasaje e ir a los nacionales.
En los diciembre nunca tiré ni un fosforito, no teníamos para eso, por eso en las caimaneras que hago lo primero que hago es mandar a comprar un poco de cohetones y mando a los niños a hacer una fila y les regalo fuegos artificiales, porque nunca tuve nada de eso».
Como todo niño, Eduardo, aprovechaba sus tiempos libres para divertirse y las populares «caimaneras» junto a sus hermanos y amigos eran los momentos de escape, hasta que a los ocho años, Juan Baloa «descubrió» el talento que Escobar tenía para jugar béisbol, por lo que lo invitó a que lo practicara formalmente en la escuela San Martín. Baloa le pidió permiso a los padres de Escobar y fue su tutor en ese aspecto, encargándose de llevarlo puntualmente a todos los entrenamientos.
«Debo agradecerles a muchas personas, pero Baloa es uno de los que tiene más méritos, siempre creyó en mí, era el que se paraba conmigo a las 5:00 am para ir a trotar desde La Pica hasta Palo Negro», relató.
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FIRMA COMO REGALO DE NAVIDAD
La Navidad del 2006 será inolvidable para Eduardo Escobar, recibió quizás el regalo de «Niño Jesús» más importante al ser firmado por los Medias Blancas de Chicago.
«De pequeño era pitcher y algunos scouts me vieron y me dijeron que si quería firmar tenía que ser como short stop, entonces Juan Escobar empezó a entrenarme y en tres meses me hice campocorto y bateaba a las dos manos. Era un 22 o 23 de diciembre, estábamos cerca de Navidad y me fui a Caracas a un try out, quedaron en llamar a los que iban a firmar.
Regresé a la casa muerto de hambre, pasaban las horas y nada que llamaban, hasta que a las 9:00 de la noche sonó el teléfono y pidieron hablar con mi mamá, lo primero que le dije fue ‘no pidas dinero, deja que me firmen y me den la oportunidad que del resto me encargo yo’.
«Mi mamá quería que estudiara, no que fuera pelotero. Era de la que me escondía los guantes y los uniformes para que no jugara, pero me le puse un poco rebelde porque yo siempre quise ser pelotero. Cuando estaba en la escuela me escapa en los recreos para irme al estadio.
El liceo lo pasé porque mi hermano me hacía los trabajos y los exámenes, poco estudiaba, me iba era a jugar o a ver los aviones porque estudiábamos dentro de la Base Aérea El Libertador, pero estaba pendiente para llegar a la casa junto a mi hermano porque si no se iban a dar cuenta de que no estaba en clase», contó Escobar que, a pesar de esas travesuras, recomienda hoy en día a los jóvenes no abandonar los estudios por el deporte.
Así empezó el recorrido del muchacho de La Pica hasta convertirse en grandeliga, pero sentía que debía retribuir a su familia y amigos de la infancia lo que habían hecho por él para alcanzar ese primer paso en su carrera.
Escobar fue ascendido a las mayores en septiembre del 2011 y el día 2 de ese mes debutó con los Medias Blancas de Chicago ante los Tigres de Detroit.
«Yo era titular en AAA. El día anterior llego al estadio, no me veo en el line up y me mandar a llamar a la oficina del mánager. Me asusté porque cuando a uno lo llaman así es porque pasa algo, pero resulta que fue para darme la noticia de que me había subido a Grandes Ligas, lo primero que hice fue darle la noticia a mi mamá y agarré mis cosas para irme a Detroit porque los Medias Blancas estaban jugando allá».
«El mánager era Oswaldo Guillén y su coach de banca, Joey Cora, me toca la espalda y me dice: ‘prepárate que vas al short stop’. Omar Vizquel estaba en el equipo y me dijo ‘no veas a las tribunas porque te vas a asustar’, la verdad nunca había visto tanta gente, había como 70 mil personas en el estadio y bajé la cabeza.
En el círculo de espera estaba Miguel Cabrera y veo cuando Guillén le hace seña a Miguel para que me vea en el campocorto, Miguel y yo somos amigos desde pequeños -acotó Escobar-, y cuando me ve me hace una seña. Bateó un rolling por donde yo estaba, ese fue el primer batazo que agarré como grandeliga y ese mismo día le di mi primer hit a Justin Verlander», dijo Eduardo.
Sin embargo, sobre su estreno como pelotero en Venezuela tiene vagos recuerdos; lo que sí tiene como anécdota de su debut en la LVBP es que ese juego de Tiburones de La Guaira lo estaban transmitiendo por televisión, toda la familia estaba reunida en La Pica para presenciar dicho momento, pero un apagón evitó que vieran el primer juego de Escobar.
FUNDACIÓN EDUARDO ESCOBAR
El querer retribuir y ayudar a su gente llevó a Eduardo Escobar crear la fundación que lleva su nombre, la cual funciona todo el año gracias a un equipo de trabajo que realiza diferentes actividades de carácter social como donación de medicamentos, lleva alimentos a personas en situaciones de calle, remodelación de escuelas y demás atenciones.
«La Fundación empezó como un juego, no era una idea sólida, pero yo sí veía que los demás peloteros tenían fundaciones y pensé en por qué yo no puedo tener la mía. Tenemos cuatro años trabajando con la fundación y aunque no está completamente como quiero tenerla, espero que en 2018 se consolide y poder seguir ayudando a las personas», puntualizó.
ADONIBAL CARRASCO | elsiglo
fotos | JOSÉ RAMÓN GONZÁLEZ
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