Si nos miramos las manos ahora mismo seguro que en una de ellas hay un móvil o al menos ha estado allí en los últimos 5 minutos. El smartpone se ha convertido en una extensión más de nuestro cuerpo y de nuestra comunicación.
Al menos esa es la mayor función que le damos visitando redes sociales y en concreto usando WhatsApp.
Según el Estudio Anual Redes Sociales 2017 elaborado por el IAB Spain, el 89% de los usuarios de móviles españoles utiliza WhatsApp una media de 5 horas y 13 minutos diarios, convirtiéndose en la red social a la que más tiempo le dedicamos cada día.
Pero WhatsApp, al igual que cualquier otra cosa que precise demasiada atención, nos genera estrés y ansiedad.
Sobre todo en el uso de los grupos, ya que solemos equipararlos a grupos sociales físicos y nos comportamos en ellos, erróneamente, como si estuviéramos todos juntos en persona manteniendo una conversación.
Por esto no llevamos muy bien que no nos digan nada inmediatamente sobre la foto que acabamos de subir o que nadie responda con premura a la última pregunta formulada en el chat.
Y es que ambas situaciones, la real y la virtual, no son exactamente iguales Y por lo tanto no deben someterse a las mismas normas de comportamiento social o terminarán generándonos daños en factores como la autoestima, la sociabilidad o incluso en nuestra productividad diaria, según afirman en Web Psicólogos.
El reto pues es disminuir la dependencia que generan los grupos de WhatsApp siguiendo algunas recomendaciones para poder, al menos, distinguir la comunicación en persona de esta otra a distancia.
Lo primero es diferenciar
Saber distinguir entre los diferentes grupos a los que podemos enfrentarnos. No tendremos el mismo comportamiento en un chat de padres y madres del colegio, que en uno con nuestros hermanos o en otro de compañeros de trabajo.
Por lo tanto los tipos de grupos pueden ser tres: de familiares y amigos, donde se permiten ciertas licencias y el ambiente es más relajado, más de estar por casa; de grupos de trabajo o del colegio, donde debe haber un mínimo de normas de buen comportamiento ya que hay momentos que se comparten en persona; y grupos de afinidad, formados normalmente por usuarios de Internet desconocidos que se unen a hablar sobre un tema o afición común (videojuegos, citas… ) y donde debemos ser cautelosos con exponer nuestra privacidad.
Lo segundo, poner límites
Está claro que cuantos más grupos tengamos mayor dependencia nos crearán. Debemos evitar tener más de tres grupos de alta actividad, de hecho ese es el límite que pone la propia aplicación para fijar grupos destacados en la parte superior.
Así mismo los grupos con más de 10 o 15 personas se convierten en verdaderos enjambres de mensajes y no son prácticos de manejar.
Hacer uso adecuado. Debemos tener claro que estos chats son una herramienta de comunicación grupal rápida y general, por lo que no debemos esperar de ellos otra cosa que la puesta en común. Por lo que no debemos usarlo para fines estrictamente personales.
No es mala idea que a la hora de crear un grupo como administradores, indiquemos con una pequeña introducción el fin del mismo y para qué ha sido creado. Esto puede ser una especie de normativa a la hora de llamar la atención a otro usuario por un mal uso del mismo.
Pero tampoco nos convirtamos en tiranos a la hora de administrar el grupo de WhatsApp, podemos incluir o echar al resto de los usuarios, pero no pensemos que por ello somos los dioses de la mensajería instantánea, ya que podemos encontrarnos con la enemistad del resto.
Evitar el envío o distribución de ‘spam’ o publicidad directa
Aquellos correos que llegaban por email y que vaticinaban la mayor de las desgracias si no compartíamos un mensaje con al menos otras 10 personas, se han sabido adaptar muy bien a WhatsApp, por lo tanto frenemos su difusión.
Mantener las formas
Es bueno presentarse si nos acabamos de incorporar a un chat con desconocidos, como el del colegio.
También cuidar la ortografía y la gramática, ya que hay frases que mal expresadas pueden dar lugar a segundas lecturas.
Procurar evitar los chistes e ironías continuas o evitar las discusiones y peleas, al menos en los grupos que no sean de familiares y amigos. No olvidemos que la reputación o huella digital nos seguirá a cada rincón de Internet que visitemos. Usar siempre las ‘palabras mágicas’: “por favor” y “gracias”, esto nunca falla.
Es importante además no acaparar la conversación, ni molestar contestando a todo continuamente, hay otros usuarios en el grupo.
El silencio también es una respuesta. Una práctica muy común es que todo el mundo conteste a una pregunta aunque no sepa la respuesta.
Por ejemplo: ante: “¿Algún niño se ha llevado sin querer la sudadera roja de mi hijo? Lo normal es que aparezcan una batería de respuestas tipo: “El mío no”, “El mío tampoco”, que son totalmente innecesarios y emborronan el chat.
En cuanto a los emoticonos, son otra forma de expresión, pero no abusemos de su uso. Hay usuarios que buscan el emoticono adecuado como respuesta a todo y esto puede dar lugar a malas interpretaciones.
Lo que para unos es gracioso un emoticón guiñando un ojo con la lengua fuera, para otros es un sinónimo de burla.
Es bueno ser claro y conciso a la hora de responder y para evitar líos en la conversación es bueno utilizar la herramienta de mensaje destacado, así los interlocutores saben perfectamente a qué mensaje estás respondiendo.
Fuente: ElPaís